lunes, 4 de febrero de 2013

WIRIKUTA, ¿POR QUÉ?


Por: Hermann Bellinghausen

De tanto gritar ¡al lobo!, cada día es más difícil conseguir que la gente voltee. Y no que antes volteara mucho. En una cosa tras otra, el despojo y la destrucción territorial, patrimonial, soberana, productiva, civilizatoria, son tan cotidianos que uno no sabe si reír, llorar o ponerse a rezar: tres acciones fundamentalmente inútiles. Ni el derecho, ni los escándalos sustitutos de la legalidad, ni las movilizaciones ciudadanas, ni la argumentación racional, ni las razones profundas, detienen el proceso aniquilador al que el país está sometido. En veces con lenta erosión, en veces con súbita y demoledora explosión. Pero ni modo que dejemos de gritar ¡al lobo!, ¡al coyote!, ¡al comején!, si nuestro gallinero es saqueado cada noche, si nuestro granero lo tuercen y envenenan, si bajo nuestros pies el suelo se desmorona y los lobos salen cada noche a cazarnos sin piedad.

La mancha negra de la explotación salvaje –cerros que se esfuman, valles que se hunden- avanza inexorable. Mineras aquí y acullá. Supermercados como cáncer de planas y vastas proporciones. Tóxicos en el suelo agrícola, los mantos freáticos, el aire. Nos encajan arsénico por el oro y cráteres por la plata, el transgénico por la libertad del mercado (ya retorna su creyente Herminio Blanco, el negociador de la entrega original) (y José Ángel Gurría nunca se fue) (y Pedro Aspe…). Que porque la gente tiene hambre. Que porque la ciencia (en su acepción de tecnología) sólo puede tener la razón. Desarrollar aunque topemos el abismo. Para algo tan osado se necesita una guerra. La tenemos, faltaba más. Las extirpaciones son dolorosas. Las víctimas, colaterales.

Mas no se acaba nuestra cosecha de pensamiento, dignidad y razón. El pueblo wixárika reiteró a finales de enero su defensa del desierto potosino de Coronado, ancestralmente llamado Wirikuta, y denunció, (¡al lobo! una vez más, nunca suficiente) que la destrucción minera ya llegó. El gobierno anterior lo permitió entre sobornos y babas de perico, y el actual, de momento con buen modo, va tendido para agudizar las cosas: le basta con no cambiar nada, y avanzar en las reformas estructurales que obsesionan a los believers neoliberales.

Tarde o temprano –piensan mineras, gigantes del agua y la energía, wolmartes, bancos, narcoempresas– la gente se va a doblar. Avanzan sobre el Istmo de Oaxaca (y ya saltaron a Chiapas) para sus torres eólicas. O bien dividen a los mam del Soconusco, como refiere El Diario del Sur (27/1/13) en una nota de inesperada jiribilla: Teodoro Sánchez, presidente de los mam en la zona alta, reveló que pese a las inconformidades de algunos grupos y comunidades a la construcción de minas e hidroeléctricas en Chiapas, ya se tiene autorizada la apertura de éstas en comunidades cercanas, lo que podría traer grandes beneficios para ellos.

Los mam aceptaron las minas no obstante que se pone en riesgo el patrimonio de 108 comunidades indígenas, dado que traerá mayor desarrollo para el estado y se generarán empleos, a pesar de la destrucción de áreas naturales, vegetación, fauna, y la contaminación que provocarán. Sánchez expresó que, según se acordó con los propietarios de las minas, se evitará la mayor posible contaminación, como la derrama de químicos que pongan en riesgo los arroyos y ríos que se encuentren cerca de lo que serán las minas. Argumentó que este pacto se debe respetar, y que muchos campesinos vendieron sus propiedades, pues el campo ya no les resulta redituable.

Bonito ejemplo para ikoots, binniza, rarámuri, yaqui y demás indios respondones. ¿Alguien dijo división comunitaria? Olintla, San Dionisio del Mar, San José del Progreso, San Sebastián Bachajón. Por suerte se siguen escuchando las voces de la Tierra; wixárika por ejemplo: A pesar de los intentos por dividirnos, nuestro pueblo mantiene una palabra única que exige la cancelación de las concesiones mineras, pues como hemos dicho antes, ni todo el oro del mundo alcanzará para pagar lo que se destruiría si destruyen Wirikuta, daño incalculable en términos materiales y espirituales (Consejo Regional Wixárika, 29 de enero).

La creciente indignación nacional e internacional no ha detenido los trabajos de exploración por el proyecto Universo en el bajío de Wirikuta, ni la apertura de caminos, la excavación de tajos a cielo abierto o el intento de cooptación de First Majestic Silver y sus cómplices en el gobierno. Y mientras, con impunidad, las agroindustrias desmontan zonas de alta biodiversidad.

Continúa la campaña de desinformación del gobierno, que busca confrontar al pueblo wixárika con los ejidatarios campesinos que habitan y aman las tierras sagradas de Wirikuta, vociferando de manera falsa que pretendemos quitárselas y auspiciando la hostilidad. Esto no encuentra eco en la palabra legítima y honesta de los pueblos del desierto con quienes hemos emprendido un diálogo de frente y con la verdad. Sí se puede, ¿qué no?

Vía: La Jornada

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