Por: Tunuary y Cristian Chávez
La oposición social a la operación del proyecto minero La Luz que pretende realizar First Majestic Silver Corp y otras empresas como Revolution Resources, ambas de origen canadiense, en las tierras sagradas de Wirikuta, en San Luís Potosí, fue uno de los movimientos más trascendentes que vivió México en 2011 y 2012.
Para el Frente en Defensa de Wirikuta Tamatsima Wahaa, integrado por diversas organizaciones de la sociedad civil y por las autoridades tradicionales y agrarias de tres de las cuatro comunidades principales del territorio wixárika, se trata de una lucha justa por la reivindicación territorial de un pueblo indígena.
Lo que suceda en el desenlace de este proceso será determinante para el futuro de las poblaciones mestizas campesinas que habitan el lugar sagrado; para una importante superficie del territorio nacional influida ambientalmente por Wirikuta, y para los precedentes jurídicos que se establezcan en el derecho que tiene un pueblo indígena para subsistir espiritualmente como una cultura diferente. Sin duda, además marcará un largo camino político internacional que deberá atravesar el Estado mexicano en cualquiera de los escenarios de resolución.
Los funcionarios de First Majestic han manifestado en diversos medios que la región necesita el desarrollo, prometen que en su etapa de mayor producción emplearán a casi 700 personas, aseguran que utilizarán químicos inocuos en un proceso de flotación y que usarán para ello aguas tratadas de los poblados de Real de Catorce y Cedral. Afirman que no afectarán el lugar sagrado del pueblo Wixárika; incluso han aseverado que la minería es más antigua que la presencia wixárika en la región. Para los científicos que integran la Mesa Técnico Ambiental del Frente en Defensa de Wirikuta, dichos argumentos carecen de sustento técnico y no justifican los impactos ambientales, sociales y culturales que sí va a generar la minera.
Es relevante señalar algunos de los resultados técnicos del equipo científico, que ha dedicado estudios a aclarar la veracidad de los argumentos de la minera y de los diferentes sectores de oposición.
Sobre la antigüedad de la presencia wixárika en Wirikuta: El pueblo wixárika mantiene vigentes rasgos culturales más antiguos a la domesticación del maíz. Antropólogos han destacado el ritual de la cacería de venado como una sobrevivencia de su pasado nómada. Y el pasado nómada de los huicholes se remonta a más de nueve mil años según los utensilios hallados por arqueólogos.
Hay evidencias, por pruebas de radiocarbono 14, del consumo humano del peyote o jícuri desde hace más de cinco mil años. Y hay evidencias por estudios realizados con información genética de varios pueblos indígenas del país de que los wixaritari comparten singularidades genéticas con rarámuris, pápagos, pimas y pames, “lo cual comprueba que los wixaritari tienen una marca característica de las culturas del desierto, hábitat del peyote, uno de los motivos por el que peregrinan año con año a Wirikuta”. Se trata de hallazgos antropológicos que son acercamientos científicos que alimentan la hipótesis del carácter milenario de la peregrinación wixárika a Wirikuta, nunca comparable a los tan sólo 200 años en que comenzó la actividad minera en Wirikuta o los cien años de cuando colapsó su auge dejando miseria, contaminación, deforestación y desecación.
Sobre el impacto a los acuíferos: Los metales preciosos ya han sido explotados en el pasado y por tanto los yacimientos de mayor importancia hoy en día se encuentran en profundidades mayores, donde anteriormente era imposible explotar debido a la ausencia de la tecnología con la que cuenta ahora la mega minería para bombear a la superficie grandes cantidades de agua que inundaban las minas.
Hoy la ubicación de los minerales está en constante interacción con los principales niveles freáticos de la Sierra de Catorce, justo donde se encuentra una secuencia de rocas volcánicas impermeables, que dan origen a un gran cuerpo de agua que a su vez da lugar al nacimiento de manantiales desde San Juan de Matanzas a la mitad de la cadena montañosa hasta el extremo norte de la misma en un manantial de gran producción denominado San Juan de Vanegas. Esto pone en riesgo el acceso al agua en cantidad y calidad de miles de personas que dependen de esos cuerpos de agua subterránea.
La situación es más grave pues el acuífero 2401 “Vanegas-Catorce” ya cuenta, aun sin minería, con una sobre explotación de 1.5 millones de metros cúbicos anuales de agua y la proyección de cambio climático para la zona apunta a la agudización de sequías extremas.
Sobre la contaminación: están demostrados en Wirikuta los efectos negativos ambientales y en la salud que han provocado la acumulación y exposición de residuos mineros depositados en presas de Jales, mismos que han sido la fuente de contaminación de plomo, arsénico y antimonio, los cuales se han dispersado a grandes distancias, provocando una contaminación acumulativa y persistente en prácticamente toda la cadena alimenticia de al menos 15 kilómetros aguas debajo de las presas de San José de Coronados y Potrero, ambos en el municipio de Catorce. Ello ha genera enfermedades del ganado y de las personas, y la contaminación de plantas, entre ellas el peyote, y en especies como nopales, maíz, tunas, candelilla, pastos y otros, incluso en especies de fauna silvestre protegida como el águila real.
Es así que el pueblo Wixárika reivindica su lucha por la vida, por la lluvia, por cuidar el Jardín Sagrado de donde depende su identidad como pueblo, su tejido social, su salud, su cosecha, su existencia como pueblo y como humanidad.
En próximos meses se verá cómo el Estado mexicano responde ante las evidencias científicas que dan detalle de las implicaciones ambientales, culturales y sociales de las actividades mineras en Wirikuta. La resolución de este caso pasará a la historia como un epicentro del porvenir, veremos en qué forma el Estado escribe esas líneas.
Vía: La Jornada del Campo
No hay comentarios:
Publicar un comentario